En el año 2000, luego de varias décadas dedicados a la viticultura, Casaley pasa a formar parte de la Denominación de Origen Rías Baixas convirtiéndose en la primera bodega de un ayuntamiento con tanta tradición vitivinícola como Barro, Pontevedra.
Un proyecto familiar que comenzó cuando los ancestros plantaron los primeros bacelos de albariño y recuperaron aquellos viñedos prefiloxéricos en los municipios de Barro y Meis, puerta de entrada al valle del Salnés, cuna de la variedad albariño.
La bodega dispone de una construcción granítica típica de la zona situada en Curro, diseñada en diferentes alturas para poder trabajar por gravedad, lo que contribuye a mantener el carácter artesanal a la vez que se incorpora la más moderna maquinaria enológica para el tratamiento respetuoso de la uva, con el fin de obtener la máxima expresión varietal.
Es así como se usan depósitos de acero inoxidable, equipo de refrigeración, macerador, prensa neumática y depósitos de estabilización tatárica, para obtener un albariño único.
Casaley cuenta con viñedos formados por pequeñas parcelas situadas en altitudes que van desde los 150 a los 300 metros sobre el nivel del mar, con un suelo franco-arenoso de origen granítico propio de la zona que confiere al vino esa mineralidad y fructuosidad varietal propia del albariño, uno de los más exclusivos vinos blancos del mundo.
Son viñedos con estructura de parral lo que permite elevar las cepas del suelo y beneficiar la aireación de los racimos así como el mecanizado de las labores culturales, manteniendo el carácter minimalista y familiar que aporta valor a esas pequeñas fincas donde nace el vino.
Razón por la cual son tratadas con especial dedicación, aplicando lo menos posible tratamientos contra las plagas y enfermedades de la vid para mantener el equilibrio flora – fauna, lo que da como resultado uva de la más alta calidad que confieren al vino Albariño Casaley unas características especiales:
Un color amarillo pajizo con reflejos verdosos, limpio transparente y brillante y en nariz muy expresiva y elegante, de elevada intensidad varietal, destacando la fruta de pulpa blanca como la manzana y la pera, fruta de hueso como el albaricoque acompañado de cítricos y frutas tropicales que comparten protagonismo con una infinidad de matices florales y minerales. En boca posee una acidez muy equilibrada que le aporta frescura y elegancia; untuoso, denso y voluminoso, muy estructurado con un persistente retrogusto varietal a fruta de pulpa blanca y de hueso.
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